
Salgo de la escuela y caen las primeras gotas.
Sobre el tejado de barro se inicia el golpeteo pin pan pon,
oigo la marimba, responden los cristales drin dran dron,
más allá el tambor sobre las latas ton ton ton.
Salpican los goterones en los andenes, sus espirales de agua,
la danza de las hojas en los matorrales,
los pájaros revolotean en busca de refugio,
la gente corre para guarecerse bajo los techos.
Noto mis piernas vibrar bajo la falda azul
siento el uniforme ardiente por el sudor,
veo cómo se moja mi blusa, en el pecho el cosquilleo de las gotas,
en la cintura las ganas de danzar.
Guardo los cuadernos entre el calzón,
las manos recogen la falda, le hacen un gran nudo,
ahora son libres las piernas, sobran los zapatos,
se desgajan las medias, se abren camino los pies.
Oigo el concierto de la lluvia en su momento más alto.
Un riachuelo surge del cemento,
agujas transparentes perforan la tierra,
repican los tambores, es la ocasión de hacer cabriolas,
de buscar los charcos para saltar.
Es el baile de los pozos,
la fiesta del barro, el gozo de los pies.
Ahora soy la forma del torrente, el espectro del estanque,
en la cabeza un chorro de caricias.
Me deslizo, me caigo, la risa me levanta,
sigo de charca en poza, de pozo en barrial,
el son de la lluvia me lleva, me trae, mi casa lejos,
mi casa un barco, salto, pateo, retozo.
Soy pato, rana, lagartija, bebo la nube en mis labios,
diluvio, me precipito, me alzo por las calles,
me granizo, me llovizno, me inundo…
Me encojo cuando la lluvia se adelgaza,
el azul se abre, me sosiega, me calza los zapatos.
Ahora soy frío, temblor, parpadeo…
En la puerta me espera mi madrina. Verme no la consuela.
Mi blusa transparente, dos puntas florecidas.
Algo la abochorna, dispara su sermoneo. Tengo los oídos tapados.
Me seca, me desnuda, me zarandea, me pone en la ducha.
Por la noche la fiebre me corona. ¿Es mi premio o mi castigo?
Duermo con regocijo.
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