Desde hace varios días Camilo ha cambiado de una manera increíble: ya no es el primero en entregar la tarea, sus notas han dejado de ser las mejores, se calla cuando los profesores hacen alguna pregunta, aunque todos sabemos que él es el único en saber la respuesta. Para colmo de todo, ya no quiere servir de apuntador. Por eso hoy le quitaron la medalla de excelencia. Porque cría fama y échate a la cama, dijo la profesora de español.
A la hora del recreo quiere meterse en los juegos bruscos de los otros niños y ellos han empezado a aceptarlo poco a poco. Yo no puedo entender por qué Camilo quiere que lo consideren un niño indisciplinado, siendo el más inteligente del curso.
– Porque si eres el mejor, entonces te sientes solo. – me respondió.
– Pero Camilo, todos quisiéramos tener la medalla y tú te la has dejado quitar. ¿Será que te estás volviendo loco? – le dije muy preocupada.
– Es que ahora quiero tener amigos. Ser el sabelotodo de la clase sirve para que los profesores digan cada vez que ustedes no entienden algo: ¿y por qué Camilo sí lo entendió? Si yo me callo ustedes podrán preguntar y no les dirán brutos. Además, no quiero seguir sacando buenas notas para que no puedan trasladarme a ese colegio interno.
– ¿Es que acaso te piensan trasladar?
– Si. Pero yo no quiero porque allá estaré preso.
– Entonces vuélate de la casa, como Pablo.
– No sería capaz y no creo que esa sea la solución. La solución se llama A-N-A-R-Q-U-Í-A..
– Y ¿quién es esa señora?
– No sé. Pero la voy a encontrar. No digas nada, Esperanza, o dejarás de ser mi amiga.
Me hizo prometerle que no se lo contaré a nadie. Después de hablar con Camilo me sentí mucho más confundida. Antes hubiera dado todo porque me colocaran, así fuera un sólo día, la medalla de excelencia. Pero Camilo me hizo pensar en que no es lo máximo. Él la ha tenido y eso no lo hace feliz. Además, me gustó eso que me contó de esa señora ANA…ALGO. Tal vez ella también pueda ayudarnos a que todos los niños seamos felices.
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