He decidido que seré un niño ermitaño. Creo que así llaman a las personas que quieren vivir solas y alejadas de las otras. Mi casa será la cueva. Mis amigos los pájaros y los murciélagos. Mi cama, la tierra. El camino, la quebrada y los árboles, serán el croquis de mi mapa. Poco a poco, todos se olvidarán de mí y yo me olvidaré de todos.

Hoy vi de lejos a los compañeros. Iban saliendo temprano de la escuela y corrí para que no me alcanzaran. Fausto alcanzó a verme y me llamaba muy fuerte. No le hice caso, aunque era buen amigo.

Traje las pocas cosas que me quedaban en la casa: un reloj de cuerda que ya no sirve. Mamá lo usaba para que no se me hiciera tarde; dos cobijas de rayas con el olor de mi hermana; mi ropa en la tula azul; un pocillo y un plato que son míos desde que era muy pequeño; un banco de madera pintado de negro; la pelota de colores y los tenis de jugar fútbol, que hace tiempo no me quedan buenos, pero que guardo porque su olor me recuerda la navidad. Iba a dejar los cuadernos, pero después me decidí a echarlos en la tula. Para no olvidarme de los números y las letras.

Creo que nadie me vio. La vecina estaba muy ocupada. Se sentirá aliviada de no tener que hacerme la comida con la plata que le dejó mamá. Hasta se creía que yo era su hijo y quería pegarme como a los de ella. Ya soy grande y puedo vivir solo. Buscaré un trabajo para tener comida y, mientras lo consigo, tal vez me suba a los árboles y, como los monos o los pájaros, voy a aprender a comer pepas y frutas raras. La carne no podré cazarla porque le hice la promesa a la abuela. Tampoco robarla.

Anoche me pasó una cosa muy rara. Había terminado de arreglar mis cosas dentro de la cueva, tenía mucho sueño y un poco de hambre, cuando me pareció escuchar una canción en mi oído. Era la voz de una niña o de una mujer. Abrí los ojos y pensé en la bruja. Entonces el corazón empezó a trotarme en el pecho. Recordé que a los niños malos les pasan cosas malas, aunque yo me siento bueno. Empecé a rezar para adentro y apreté los ojos muy fuerte. Sentí algo mojado en la cara. Por el sabor del líquido me di cuenta de que eran lágrimas.

Soñé que una niña muy sucia, con cara linda, había venido a visitarme. Me hablaba cosas que no recuerdo y su voz era como el canto de los pájaros, aunque con palabras. Recuerdo que me entregó una flor y me dijo algo que debió ser bonito, porque cuando desperté ya no tenía miedo.

Hoy me levanté y fui a bañarme en la quebrada. Hasta ese momento había olvidado por completo lo de la noche anterior. Cuando regresé a la cueva, junto a mi ropa, encontré una flor dormida. Es una flor muy rara. Nunca he visto algo parecido. Tiene un color azul profundo y en el centro un pistilo dorado. Sus pétalos están casi cerrados y su olor es a madera recién cortada. La estaba mirando y de pronto el olor me hizo recordar a la niña del sueño. No entiendo nada. Dicen que los sueños son mentira, pero entonces, ¿cómo pasó la flor desde el sueño hasta mis manos? ¿Me estaré volviendo loco? La niña me la dio para que no tenga miedo. Lo sé por esa tranquilidad que me da cuando la huelo.

***