


Feliza Bursztyn. Chatarra de hierro, 1980. 168 x 165 x 50 cm.
Por Luz Helena Cordero Villamizar
Antes de leer Los nombres de Feliza de Juan Gabriel Vásquez, tenía un vago recuerdo de la escultora Feliza Bursztyn. Sabía que vivió sus últimos años en zozobra por la compleja situación sociopolítica colombiana. El final de los años setenta del siglo pasado fue uno de los períodos más aterradores del país, antes de que se hablara de terror de Estado. Era el tiempo del Estatuto de Seguridad, declarado por el presidente Julio César Turbay Ayala —qué mal sabor en la boca al pronunciar su nombre—, cuando se incrementó la violación abierta y reiterada de los derechos humanos. La pesadilla de los allanamientos, detenciones ilegales, torturas, desapariciones y crímenes de Estado era el pan de cada día. El horror de los consejos verbales de guerra y las tenebrosas caballerizas de Usaquén. Muchos campesinos, sindicalistas, estudiantes e intelectuales fueron perseguidos y vigilados. Y los artistas, fueran militantes, simpatizantes de izquierda o solo voces críticas, terminaron involucrados, víctimas de un régimen político represivo y autoritario, al mejor estilo de las dictaduras militares del resto del continente. Feliza fue una de aquellas víctimas.
¿Quién era esta mujer irreverente, de carcajada insolente, capaz de convertir la chatarra en arte? La novela de Juan Gabriel Vásquez, mezcla de relato periodístico, biografía y una necesaria dosis de ficción, logra rescatarla de un inmerecido olvido y de la maledicencia de esa época oscura de nuestro país. La enaltece como artista y mujer, guerrera de los símbolos, que comandó su vida y su destino, hasta que el exilio forzado logró doblegarla, quebrar su vitalidad.
Las cinco partes de la novela se entretejen fluidamente, perfilan el personaje, narran sucesos claves de las diferentes etapas de su vida, develan secretos, pensamientos y emociones a los que no tendríamos acceso si no fuera por el arte literario. Además de su familia, están allí otras personalidades del ámbito cultural y artístico que conformaban el mundo de Feliza: Gabriel García Márquez, Alejandro Obregón, Marta Traba, Álvaro Cepeda Samudio, Edgar Negret, Luis Caballero, o Jorge Gaitán Durán, con quien tuvo un romance que el poeta incorpora en bellos versos. Porque estaban “enamorados como dos locos, / dos astros sanguinarios, dos dinastías / que abiertas se disputan un reino…” .
La historia de la escultora discurre de manera directa y sencilla por las páginas de Vásquez. Se alternan los tiempos, se utiliza un narrador externo que se basa en entrevistas, testimonios y documentos, junto a otro narrador homodiegético que le permite al autor hablarnos de sus motivaciones y de las circunstancias en las que escribió la novela. No hay grandes pretensiones, solo el prodigio de darle voz a Feliza, caracterizar su época, exaltar su personalidad, el coraje para librarse de ataduras, enaltecer su arte por encima de las circunstancias que vivió. En fin, devolverla a la vida, traerla al aquí y al ahora. Qué otra cosa podemos pedir a la literatura sino es completar el pasado y luchar contra el olvido.
En la columna periodística escrita días después de la muerte de la escultora en enero de 1982, Gabo nos cuenta cómo la encontró en sus días de exilio en París: «Estaba atónita y distante, y su risa explosiva y deslenguada se había apagado para siempre. Sin embargo, un examen médico muy completo había establecido que no tenía nada más que un agotamiento general, que es el nombre científico de la tristeza».
Pero ¿por qué murió de tristeza? El viaje que propone Juan Gabriel Vásquez, a través de su vida hasta aquella noche final, es su respuesta a esta pregunta. Estremece recorrer sus páginas, revivir pasajes sombríos de nuestro país. Sobre todo, el viaje nos permite descubrir y comprender a Feliza y empezar a amarla. La literatura la trae de vuelta, como esas piedras preciosas que subyacen en la arena. Porque la palabra bursztyn en castellano significa ámbar, esa resina en la que viajan milenios, noticias, insectos… memoria cautiva, alianza de dureza y ternura…
Enero de 2025
