Imagen de portada del libro “La literatura, el límite y la extrañeza”. Foto: Marcela Sánchez.
Por Luz Helena Cordero Villamizar
Además de ser un poeta de versos agudos, capaz de escuchar «la música del sordo», Gabriel Arturo es un lector acucioso y suele revelar sus reflexiones, añadiendo poesía y asombro. Se agradece la dedicación del autor para develar la imaginación, las ideas y las apuestas de tantos escritores y obras. Esto no es tan frecuente en este mundo de egos, donde a menudo se guarda silencio frente a los libros ajenos. También se trata de un acto de coraje porque se arriesga a entregar su punto de vista. Tal como lo dice Liliana Weinberg, a propósito de la relación entre ensayo y poesía, «el ensayo puede ser también espejo del poema, y de este modo evitar una de sus mayores tentaciones: el narcisismo».
Estos son algunos apuntes sobre su libro La literatura, el límite y la extrañeza, recopilación de ensayos y notas críticas, recientemente publicado por Editorial Domingo Atrasado. El libro es un compendio de reflexiones, análisis, síntesis, búsqueda de afinidades y encanto. El autor bucea en su memoria, en sus lecturas, ideas, imaginarios, experiencias y sensibilidad, para construir y dejar oír su propia voz, que en ciertos casos conduce a esos estallidos de la inteligencia poética que algunos llaman iluminaciones, a esa «instantánea lucidez», usando una expresión de María Zambrano, autora que Gabriel Arturo Castro aborda para extraer de su pensamiento complejo, de sus profundidades, la comprensión del fenómeno poético como aquel «descubrir los velos que cubren los objetos, los hechos, los fenómenos, derribar las máscaras del olvido». Y con María Zambrano también entenderemos por qué la poesía es «una forma del conocimiento» que revela una honda verdad mediante «la razón poética». Nos dice el autor que esta pensadora y escritora española «inserta dentro de la reflexión filosófica, la pasión de la poesía. O en la poesía la serenidad de la filosofía».
Y es que Gabriel Arturo se pregunta, arriesga respuestas y responde con otras preguntas acerca de la esencia de la poesía, el fenómeno poético, el oficio del poeta. En “¿La literatura de la desesperación?” manifiesta su preocupación por aquella escritura de la «palabra convencional», por esa «literatura de transcripción», del facilismo, de la simulación y el engaño, hecha como divertimento, como especulación verbal o decoración. No cree en la expresión «literatura regional», a la que considera nociva cuando levanta muros que niegan la universalidad, cuando refleja «atraso cultural» e «insuficiencia de pensamiento». Por supuesto que la universalidad no es la contraparte de lo local. Conviene traer aquí la sugerente sentencia, atribuida a León Tolstói: describe tu aldea y serás universal.
Las obras literarias abordadas por Castro, sus personajes, temáticas, contextos, trasfondos, lo llevan a lecturas de situaciones actuales, resignificándolas, trayéndolas al aquí y al ahora, en ese diálogo interminable del arte con tiempos, realidades e imaginarios, que precisamente define su contemporaneidad. A juzgar por sus ensayos y notas, Gabriel Arturo hace permanentemente este ejercicio intelectual y poético que nos deja un sabor a licor decantado, a fruta madura.
Destaco textos como “La manifestación espiritual de la epifanía”, en el que nos da su propia descripción de este fenómeno: «El poeta se detiene frente al umbral, a la puerta del tiempo, mira el pasado, hace manifiesta la memoria y antes de dar el paso a la renovación, instala por un momento su presente, su conciencia de sí y del lenguaje que exalta en lo desconocido, ambiguo y transitorio». Otro ensayo a recalcar es “La metáfora, otra mirada”. Mucho se ha dicho y se dirá sobre la metáfora. Los poetas se relacionan con ella igual que el panadero con la levadura, para transformar la masa y hacer de ella un manjar. Así la metáfora transforma las palabras. Gabriel Arturo aborda su complejidad con los ojos de muchos. Su recorrido lo lleva a poetas, escritores, filósofos, de distintos tiempos y procedencias, para extraer esencias y afirmaciones como estas: La metáfora funda otra realidad en el mundo invisible, es un conocimiento inédito, su libertad se opone al absolutismo de la razón, horada el infinito, despierta la visión, humaniza, abre el horizonte de lo posible. La metáfora es movimiento, metamorfosis, abarca la totalidad de lo existente, actualiza la realidad, borra las fronteras entre el afuera y el adentro. En la última línea de este recorrido concluye de manera bella y tajante: «la metáfora viva nos devuelve la confianza en la palabra».
A propósito de su alusión al toreo como un arte creador, que no comparto, utilizo la imagen de su texto “Literatura como tauromaquia” para decir que Gabriel Arturo Castro es ese torero temerario que además de lidiar con las palabras y su carga imaginativa, se atreve a capotear los autores, con el riesgo de sufrir embestidas literales y literarias, con la probabilidad de enfrentarse a la furia de la «violencia estética». Aunque a veces nos apartemos de su visión, hay que reconocer su ejercicio reflexivo y creador.
Y justamente porque la escritura es también un acto de riesgo, me refiero al texto titulado “Romanticismo tardío” que comienza con la afirmación: «Casi siempre la poesía hecha por mujeres está limitada a los temas del erotismo… el amor cursi y la confesión íntima… un marco estrecho… [que] sigue siendo la referencia para centenares de creadoras…». El autor aclara que alude a una «pobre versión del feminismo fanático». Si bien no hay que hacer concesiones a la mediocridad, discrepo de las generalizaciones cuando se intenta caracterizar la poesía escrita por mujeres, como cuando se emiten sentencias sobre escritores en colectivo, omitiendo la valoración de una obra individual.
Llamo la atención sobre los prejuicios y estereotipos tan extendidos a la hora de juzgar las obras poéticas escritas por mujeres y sobre el general desconocimiento que existe de la pluralidad de sus voces, a través de los tiempos. La palabra poética de las mujeres es tan vasta y diversa que no resiste clasificaciones o lecturas esquemáticas bajo rótulos o reduccionismos temáticos. Debates en este tema son necesarios, pero se requiere una crítica con criterios técnicos y estéticos que valore las obras en su singularidad, sin prejuicios de género.
A modo de colofón: Finalizando estas notas quise entablar un diálogo con Gabriel Arturo Castro sobre este último tema y él de manera franca y abierta me amplió la razón de sus afirmaciones y del contexto en que las escribió, enfatizando que se aparta de clasificaciones excluyentes como literatura femenina, negra, infantil, regional, gay… agregando sus reparos sobre cierta poesía que no merece ese nombre y resaltando que hoy, más que nunca, hay «grandes escritoras». La literatura también es un diálogo y cuando existe la posibilidad de intercambiar pareceres con un autor se amplían las perspectivas y se estrechan los vínculos, no solo de amistad sino de sintonía con nuestros contemporáneos.
Larga y próspera vida al arte del ensayo, esa poética del pensar.
Bogotá, junio de 2023