DOS SOLES ROJOS EN UN BOSQUE OSCURO
Colombia puede envanecerse de bellos y memorables versos y poemas que rompen con los estereotipos de la relación de dominación hombre-mujer en la que ella aparece como la ninfa inspiradora, dócil recipiente de pasiones, siempre a la espera de su regreso, mientras él va y viene conquistando el mundo. Se trata de poemas que revelan otra visión de la relación de pareja, en la que los amantes aman a la par y se debaten entre sábanas y conflictos existenciales para nacer otra vez a la claridad.
“En su red, como en la falta dos dioses adúlteros./ Enamorados como dos locos,/ Dos astros sanguinarios, dos dinastías/ que hambrientas se disputan un reino” (Jorge Gaitán Durán). “Somos un cuerpo solo luchando contra la muerte” (Eduardo Cote Lamus). “Hoy sabemos que/ no podía ser/ de otra manera. Previsto estaba/ que el amor/ nos alcanzara/ allí donde fuéramos,/ pues uno solo/ es el hilo que anuda/ y arma el laberinto,/ y uno el que también lo deshace” (Elkin Restrepo). “En el motel, de noche,/ tú, clandestina,/ yo, secreto./ Se va la luz/ y los dos nos borramos/ del mundo./ Y en el túnel de negra/ incertidumbre,/ surges desnuda/ para darme luz” (José Luis Díaz-Granados). “Caracol del abrazo/ de dos que suman uno/ línea recomenzando sin principio ni fin/ como un capricho/ trazado por un dios sobre la sábana” (Piedad Bonnett).
La imagen de la entrega de la mujer, dibujada hasta el hartazgo, es inventada nuevamente con versos de una exquisita factura como los de Juan Manuel Roca en su poema: “Muchacha que sostiene otra punta de la lejanía, yo acudo a su noche desde la tercera orilla, que es la orilla del amor./ En esa orilla visito secretos jardines: la flor nocturna que riego debajo de su falda, la orquídea negra que crece en la grieta de sus muslos”; o estos de José Manuel Arango: “sus pechos crecen en mis palmas/ crece su respiración en mi cuello/ bajo mi cuerpo crece/ incontenible/ su cuerpo”, “desnuda eres más alta/ desnuda/ cuando cierras los ojos/ de cara al viento/ esplendes como un cuchillo”. La entrega del hombre, su sublime rendición ante ella, su confesión y su Súplica de amor, también ha sido plasmada de manera sublime en este poema de Héctor Rojas Herazo:
Por mi voz endurecida como una vieja herida;
Por la luz que revela y destruye mi rostro;
Por el oleaje de una soledad más antigua que Dios;
Por mi atrás y adelante;
Por un ramo de abuelos que reunidos me pesan;
Por el difunto que duerme en mi costado izquierdo
Y por el perro que le lame los pómulos;
Por el aullido de mi madre
Cuando mojé sus muslos como un vómito oscuro;
Por mis ojos culpables de todo lo que existe;
Por la gozosa tortura de mi saliva
Cuando palpo la tierra digerida en mi sangre;
Por saber que me pudro.
Ámame.
Y nos queda tatuada en la piel esta revelación de William Ospina:
En la punta de la flecha ya está, invisible, el corazón del pájaro.
En la hoja del remo ya está, invisible, el agua.
En torno del hocico del venado ya tiemblan, invisibles, las ondas del estanque.
En mis labios ya están, invisibles, tus labios.
Jorge Zalamea abre un mundo pródigo de imágenes sensuales y suculentas:
¿Y si me da la gana de hincar los dientes en la fruta,
en la pulpa de la niña o en el hombro de mi enemigo?
¿Y si me da la gana de llevar a la mozuela al lugar en que el bosque canta?
¿Y si me da la gana de oler sus axilas entre las altas hierbas?
¿Y si me da la gana de husmear su sexo asaltado por las escolopendras?
¿Y si me da la gana de bailar con ella la nocturna danza del amor?
¿Y si me da la gana de escuchar su dulce queja?
¿Y si me da la gana de que los gallos salvajes se esponjen en torno nuestro?
¿Y si me da la gana de que en los largos pezones de la niña se posen
[las luciérnagas?
A modo de contraste, convoco a Matilde Espinosa con su delicadeza y su fuerza en las imágenes para describir la otra cara del amor (17) :
En qué momento, amor,
se oscureció tu calle
y tu casa fue el blanco
de la sombra?
Una ola de polvo
lloroso y amargo
se estableció en la hora.
Desde entonces el tiempo
madeja silenciosa
va corriendo sus hilos
para la dura tela
que defiende mis lunas
secretas.
Lentos trascienden los días
a donde sólo llega
el temblor de la luz
en el vacío.
Algunos poemas podrían ser considerados los clásicos del amor y el erotismo, no solo por su calidad poética sino porque han ganado un lugar en la memoria colectiva. Señalo cuatro ejemplos:
Amantes de Jorge Gaitán Durán, con esos soles que se incendian en la oscuridad y esas bocas eternamente abiertas al deseo.
Desnudos afrentamos el cuerpo
Como dos ángeles equivocados,
Como dos soles rojos en un bosque oscuro,
como dos vampiros al alzarse el día,
Labios que buscan la joya del instante entre dos muslos,
Boca que busca la boca, estatuas erguidas…
…En tu cuerpo soy el incendio del ser.
Los Poemas de amor de Darío Jaramillo Agudelo y entre ellos los emblemáticos, los que se han convertido en una oración y sobre los que el poeta ya casi ha perdido su autoría:
Ese otro que también me habita,
acaso propietario, invasor quizás o exiliado en este cuerpo ajeno o de ambos,
ese otro a quien temo e ignoro, felino o ángel,
ese otro que está solo siempre que estoy solo, ave o demonio
esa sombra de piedra que ha crecido en mi adentro y en mi afuera,
eco o palabra, esa voz que responde cuando me preguntan algo,
el dueño de mi embrollo, el pesimista y el melancólico y el inmotivadamente alegre, ese otro,
también te ama.
El Escrito en la espalda de un árbol de Miguel Méndez Camacho , fascinante por lograr que una práctica popular (el grabé en la penca de un maguey tu nombre de la ranchera) se convierta en una sublime metáfora, por darle vuelo al amor y al desamor a través de esa trasposición entre el cuerpo del árbol y el alma de los pájaros:
No recuerdo si el árbol
daba frutos o sombra,
sólo sé que dio pájaros.
Que era el centro del patio
y de la infancia
que en la madera fácil
tallé tu nombre encima
de un corazón flechado.
Y no recuerdo más:
tanto subió tu nombre con el árbol
que pudiste escaparte
en la primera cosecha que dio pájaros.
Orietta Lozano es la voz poética que sobresale por su elaboración del sentir femenino sexual y erótico, por esa capacidad para sintetizar en imágenes contundentes, sin caer en la sensiblería barata, el ser de la mujer que no solo desea sino que va en busca del placer, la hembra dadora y receptora de goce, la que no espera sino que cobra el amor, la que afina su lengua como pájaro terrible para cantar su canción más luminosa. Orietta habla por todas las mujeres condenadas o amparadas en el silencio, las invita a beber su agua santa, su brebaje de esperma y sal marina:
Cien caballos galopando permanecen en mi gruta,
cien caballos desbocándose en mi abismo,
cien señales terribles que me tocan;
el silencio huye y huyen los sonidos,
todo va más allá cuando tu rojo pez
nada en mis aguas
y suavemente se tiende en mis orillas.
Rupturas y sorpresas en el modo de contar el amor y el cuerpo se encuentran en las voces de Gonzalo Arango y Jotamario Arbeláez, quienes desacralizan el ritual y abren las costuras para ver el ridículo que Fernando Pessoa endilgaba a las cartas de amor y a las criaturas que nunca escribieron cartas de amor. Gonzalo Arango (20) juega en el Poema de los amores inventados con 166 mujeres sin rostro y olvidadas, cuyos nombres figuran en el directorio telefónico y hace de Tu ombligo la capital del mundo, en un poema insulso que tiene momentos suculentos como este: “Te abrazas a tus senos como al remordimiento/ y en tu cuerpo ultrajado me quedo/ como quien pierde el último tren/ que parte a la estación del frío/ y al barrio de los hospitales”.
Jotamario Arbeláez dice que Dos seres que se besan no pesan nada y el sexo es el camino más corto de un corazón a otro y en su mamagallismo poético se vanagloria de ser un Enamorado converso que sería monógamo de mil amores. “… Y volver a hacer el amor hasta hacer del amor el acto más bello, la canción sin palabras. Rehacer el amor hasta deshacernos”.
Carnaval en vez de ceremonia, carcajadas en lugar de la solemnidad habitual que sublima el amor hasta ponerle guantes y elevarlo a la vocación de los ángeles. Es el caso de Francisco Díaz-Granados – natanael – cuando describe el acto amoroso entre mujeres:
Sus círculos y sus medios círculos
sus curvas y blanduras
sus humedales
las noches enclavadas de sus noches
sus anos y grupas agrupadas
sus florestas acuáticas
sus trajes vanidosos y trigales
No es por la mención de lo genital que nadan estos versos en el mar del erotismo. Son las palabras las que se regodean en el juego musical formando espirales y recordándonos que el amor sigue siendo barroco.
Omar Ortiz nos dice que Siempre el amor está en el poema y La palabra inútil, nada nombra. Si el amor está siempre en el poema, es redundante pretender escribir un poema de amor. Por eso vale como poema de amor el que Horacio Benavides escribe al zorro y vale también como erótica de la palabra:
Avanza entre líneas
el zorro
La brisa de su cola
en los bambúes
nos abanica el alma
Su ondular en el agua
nos deja una estela
de frescura
en el rostro
El fuego
que inicia en el bosque
quema la página
Al final de este ejercicio debo reconocer que después de haber agitado el mar dentro de la botella, me ha sorprendido un paisaje exuberante de versos y poemas. Y quisiera seguir cayendo en tentación, seguir ilustrando las líneas ondulantes del lenguaje, pero debo apagar aquí con un soplo, de manera súbita, esta llama que seguirá ardiendo de manera infinita en todos los libros que cierro, en los que no he nombrado, en los que vendrán a reclamar su lugar y su tiempo. Mamá negra flamea como la llama o la bandera y seguirá mostrando ese pescuezo largo de la poesía para chuparles la leche a las palabras. Ese mar de la poesía que se agita dentro de la botella y que espera ser liberado para crecer en sentidos y en sin sentidos, como el amor y el erotismo.
Bogotá, marzo de 2014
Referencias
- Paz, Octavio. La llama doble Amor y erotismo. Seix Barral, Barcelona, 1993.
- Altamirano, C. y Sarlo, B. Literatura/ Sociedad. Buenos Aires: Hachette, 1983
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- Foster, D. W. Producción cultural e identidades homoeróticas. Teoría y aplicaciones. San José de Costa Rica: Universidad de Costa Rica, 2000.
- Fray Luis de León. Poesía completa. Barcelona: Edicomunicación, 1995.
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- “Cantar de cantares de Salomón”. Traducción de Fray Luis de León. Javier San José Lera (Ed. lit.)
http:/ / bib.cervantesvirtual.com/ servlet/ SirveObras/ p268/ 12147297718948273987213/ p0000001.htm#I_2_ Consultado el 13 de febrero de 2014.
- Gómez Jattin, R. Retratos, Amanecer en el Valle del Sinú, Del Amor. Tríptico Cereteano. Bogotá: Fundación Simón y Lola Guberek, 1988.
- Zalamea, Jorge. Poema “Imprecación del hombre de Kenya”. En: Cantos. Instituto Colombiano de Cultura: Bogotá, 1975.
- Espinosa, Matilde. Poema “Un día sin nombre”. En: http:/ / www.eldigoras.com/ eom03/ 2004/ 2/ aire31mes01.htm Consultado el 5 de marzo de 2014
- Jaramillo Agudelo, Darío. Libros de poemas. México: Fondo de Cultura Económica, 2003.
- Méndez Camacho, Miguel. Instrucciones para la nostalgia. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009.
- Gonzalo Arango. “Poema de los amores inventados” y “Tu ombligo capital del mundo”. En: Antología del nadaísmo. Romero, Armando (comp). Sevilla: Sibila. Fundación BBVA, 2009.
- Jotamario Arbeláez. Poemas “Enamorado converso” y “Hecho y deshecho del amor”. En: Antología del nadaísmo (Op. cit.).
- Díaz-Granados, Francisco. –natanael-. De par en par. Bogotá: Trilce Editores, 2013.
Poemarios de la Colección Un libro por centavos de la Universidad Externado de Colombia, en orden de cita:
N° 5 Jaime Jaramillo Escobar. Los poemas de la ofensa. / N°30 Meira del Mar. Alguien pasa / N°81 Luisa Fernanda Trujillo. Trazo en sesgo la noche / N°78 Catalina González. Una palabra brilla en mitad de la noche/ N°59 Amparo Villamizar. La frontera del reino / N°6 María Mercedes Carranza. Antología / N°98 Clara Mercedes Arango. En la memoria me confundo / N°4 Jorge Gaitán Durán. Amantes y Si mañana despierto / N°9 Eduardo Cote Lamus. Antología / N°11 José Asunción Silva. Antología poética / N°15 Jorge Isaacs. Antología / N°93 Eugenia Sánchez Nieto. Visibles ademanes / N° 40 Tallulah Flores. Voces del tiempo y otros poemas / N° Orietta Lozano. Resplandor del abismo / N°37 Elkin Restrepo. La visita que no pasó del jardín / N°66 José Luis Díaz-Granados. La fiesta perpetua / N°20 Piedad Bonnett. Nadie en casa / N°8 Juan Manuel Roca. Ciudadano de la noche / N°47 José Manuel Arango. Fe de erratas / N°16 Héctor Rojas Herazo. Antología / N°28 William Ospina. Una sonrisa en la oscuridad / N°34 Omar Ortiz. Un jardín para Milena / N°96 Horacio Benavides. Como acabados de salir del diluvio.