Sor Juana Inés, la de la cruz en la falda,
la cárcel en el pecho y las caderas ocultas.
Cómo bordaba palabras en el cielo.
Nunca gozó el amor pero jugó con él en los altares,
le inventó tantos nombres como rostros,
le descubrió garras, abismos, infierno.
Escribió el amor, que es como desarmarlo,
Como desatarle los nudos ciegos,
los remolinos que nacen en el fondo.
Escribir el amor y después dejarlo ir ya sin cuerpo, vacío,
como una armadura sin alma en medio de la guerra,
como una guerra sin odio.
Sor Juana, aventurera de la iglesia,
atada a su tiempo como una premonición,
incrédula de sí, insomne en el convento,
persiguiendo a su alma que ya no puede más,
que se rebela.
Sin tocar el amor, amó sin tregua.
Con tanto vuelo en la pluma
estaba llena de pájaros su frente.
Sor Juana Inés,
después de usted no queda nada que decir.
Todo lo demás es un énfasis.
Después de usted
el amor no guarda ya misterios.