– Samuel, en estas tierras ya no se puede trabajar. Tal vez tengamos que irnos a la ciudad. ¿Usted se iría con nosotros?
Me deja frío la pregunta de Humberto. La ciudad es una palabra lejana que ni siquiera sé cómo se escribe, sin con s o con c. Recuerdo que un vecino, asiduo escucha de las veladas nocturnas, fue una noche a despedirse de papá porque se trasladaba a vivir a la ciudad.
– ¿Y allá en qué va a trabajar, muchacho?
– En lo que sea.
– Lo que sea suena a no sé. Piénselo bien. No vaya a ser que pierda el horizonte. En la ciudad las cosas no son como las pintan.
Ese día le pedí a mamá que me pintara la ciudad. Ella me pintó muchas casas, unas encima de otras, carros y gente por la calle.
– ¿Entonces en la ciudad no hay árboles, estrellas y animales?
– Sí hay, pero no se notan.
No me gustó mucho la idea. No entiendo con qué juegan allí los niños. Por eso no sé qué responder. Todos quieren irse a la ciudad para solucionar sus problemas. Con s o con c…
Si me voy será como separarme definitivamente de mamá y papá. Tal vez allí no pueda ver el cielo, ni hablarle a las estrellas. Lucero tendrá miedo de los carros, posiblemente se pierda entre tantas calles. Con s o con c…
Humberto adivina todo lo que estoy sintiendo. Pone su mano en mi cabeza y me dice que voy a tener tiempo de pensar, todavía falta saber si pueden vender las tierras, aunque de todos modos se van a ir. Total, la vida es una sola. La vida es una sola. Cuando dice esta frase se queda mirando para muy lejos.
Por el tono de su voz y por el brillo que tiene en los ojos, sé que la decisión no lo hace feliz. Toma el azadón y se va hacia el cultivo. Ahora me doy cuenta de que ya tiene arqueada la espalda.
Alicia me dijo que Lucero va a tener gaticos. Claro, por eso se ha puesto redondita. Sólo me iré si la puedo llevar conmigo. Creo que es con c.
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