Epílogo. La poética del viaje

Se ha hecho del camino la metáfora de la vida; decimos que la escritura y la lectura son formas del viaje; son múltiples y muy bellas las analogías de la caminata con la experiencia poética, ese caminar con las palabras. El «alma errante» visita paisajes interiores. Imaginar es caminar y también vale su opuesto. ¿A dónde nos dirigimos cuando imaginamos? Puede ser a «un río de imágenes», puede ser a ninguna parte, que también es un lugar.

Parto de las voces de algunos poetas y de diversas experiencias como viajera para esbozar lo que llamo una “poética del viaje”. Hölderlin le da a la poesía un carácter sagrado y cree que el poeta educa mediante la belleza. Para él la poesía es la unión de lo estético y lo racional, lo lógico y lo intuitivo. Creo que de estos materiales se compone la inteligencia poética.
María Zambrano dice que la poesía da voz a todo lo que tiene necesidad de ser nombrado: el enigma, el silencio, las fuerzas cósmicas, el amor… ¿Existe algo que no requiera ser nombrado? Aunque para nombrar se requieren las palabras, ellas no son solo signos gráficos o sonidos. Son imágenes, ideas, sensaciones, olores, emociones; todo lo que nos dejan después de haberlas escuchado o leído.

Las palabras son una nuez, dice Anise Koltz, el poeta extrae su fruto y las macera entre los dientes. Un poema no se lee, afirma José Ángel Valente, «un poema se habita, con un poema se convive». Con esta idea tan bella, puedo decir también que el recorrido que hacemos, el vivir, está impregnado e inmerso en lo poético. Por eso hay una poética del viaje, por eso todos podemos viajar poéticamente.

Un desplazamiento en el espacio y en el tiempo no es solo un hecho físico. Está lleno de dimensiones interiores y está conectado con planos externos que nos determinan. El viaje tiene, por lo menos, tres momentos, y todos están atravesados por la poesía. Para que ello ocurra, no se requiere ser poeta; nos ocurre a todos, aunque no tengamos conciencia de lo poético.

Un viaje primero se sueña, se imagina, luego se planea. La planeación implica desplegar la imaginación, saber a dónde vamos, anticiparnos al recorrido, trasladarnos mentalmente a donde queremos ir, vernos allí. Y si imaginamos el viaje, ya estamos en él. No importa que nunca se realice, el viaje ya inició. La cabeza es el primer vehículo con que se viaja. La poesía es vuelo y el vuelo es poesía.

Cuando estamos en el viaje, en situación de movimiento, abrimos todas las puertas, los sentidos, nos lanzamos al recorrido, que no es solo exterior sino también interior. Ahí necesitamos la poesía para ver más allá de lo aparente, para explorar y conocer lo que parece borroso u oculto, lo que pasa desapercibido. Un rayo de luz, un olor, una atmósfera, una historia, una música que nos atraviesa, alguien o algo que surge por única vez, un callejón que conduce al misterio. Hay ojos para ver y ojos para descubrir y sentir. Vemos lo que sabemos, y conocemos más si nos dejamos sorprender; si experimentamos el asombro, ese despejar las sombras, no solo ante lo bello, también ante lo terrible. En todo esto hay poesía.

Cuando finaliza el viaje, sentimos la necesidad de contarlo para estar seguros de que fue real. A menudo el pasado se convierte en ficción y se confunde con los sueños. Relatar o escribir el viaje es recordar, volver a pasar por el corazón. En el recuerdo se activa la sensibilidad y se reinicia el viaje. Aquí la poesía toma nuevamente su lugar mediante la imaginación, mediante las palabras. El relato revive la experiencia, la convierte en algo vívido y permite que quien escucha o lee haga su propio viaje. Además, al escribirlo, el viaje se reinventa y, por qué no, se modifica, se completa. Eso también es poesía.

En estas crónicas viven esos tres momentos. Pero la poética del viaje no acaba en la escritura sino que continúa en los lectores. Cada uno, cada una, al leer despliega su sensibilidad, su inteligencia, su imaginación, su experiencia. Agrega algo, modifica, sueña, hace su propio vuelo. Y, siguiendo la idea de Valente, un libro sobre viajes no se lee, se viaja.